David Hernández

Estudié Ciencias Económicas porque era una carrera que en cierta forma me gustaba, pero sobre todo, porque tenía (en aquella época) muchas salidas.  Y ciertamente fue así ya que comencé a trabajar a los cinco días de acabar la carrera. De todas formas no tardé mucho en descubrir que aquello de la Economía no terminaría de llenarme como quería.

Me matriculé entonces en Psicología por la UNED y pasé un periodo fantástico de 6 años trabajando en la Sociedad de Desarrollo y el Cabildo de Tenerife a la vez que estudiaba por las noche en la sala de estudio de Náutica. Era duro trabajar y estudiar con cierto nivel de exigencia a la vez pero cuando estás “en lo tuyo” sacas fuerzas de donde no las hay.

Me especialicé en Psicología Laboral e hice el Máster de Recursos Humanos. Leyendo y leyendo me encontré con el Coaching y la Programación Neurolingüistica (PNL) y me formé en ambas materias. Obtuve el título de Coach Profesional Certificado en Valencia y el de PNL en Barcelona.

De alguna forma sentía que volvía a conectar con mi amor por la Filosofía debido a las reflexiones que generaba el coaching y por la Lengua por el papel preponderante que la PNL confiere al lenguaje y a las palabras como creadoras de la realidad.

En el año 2020 decidí que sería fantástico retomar un objetivo pendiente: el inglés. Me matrículé en  la UNED en el Grado de Estudios Ingleses. Desde entonces siento el placer de estudiar sin apuros, de investigar y profundizar este idioma.

El año 2012 lo cambió todo. En marzo, después de más de 25 años de lucha contra la enfermedad mi madre fallecía. Sentía que me arrancaban el alma. Me sentía muy unido a ella y desde entonces aprendí a  vivir con ese dolor y a gestionar emocionalmente su pérdida. Jamás he sentido mayor soledad.

Profesionalmente las cosas tampoco fueron bien. A las pocas semanas mi proyecto del Cabildo acababa y tocaba apuntarme en las listas del paro. Quedarse en paro en mitad de una crisis económica generaba mucha intraquilidad.

Así, en apenas unos días perdía a mi madre y el trabajo, pilares sobres lo que asentaba en mayor medida mi vida.

Recorrí un amplio abanico de emociones y fueron sin duda los peores meses de mi vida. De alguna manera me responsabilicé con la situación e internamente me conciencié de que tenía que ser fuerte y salir adelante. Entendí que de alguna manera el David del futuro tendría que ver con la forma en la que gestionaba esta situación. Así, aprendí en carne propia la tolerancia a la frustración, la gestión emocional y la resiliencia.

No soy el mismo de antes del 2012. No sé si soy más o menos feliz que antes. De lo que sí estoy seguro es de que tengo una capacidad que no conocía, la de autogestionarme en mi peores momentos. Y eso puede salvarme no solo la vida, sino la felicidad.

Y en plena crisis personal y profesional me llaman para dar un curso de experto en coaching que tenía que facturar como autónomo. ¿Darme alta de autónomo? ¿Estamos locos? Después de lo que estoy pasando, ¿asumir el estrés adicional de emprender? Tenía algo a mi favor: cuando pierdes cosas importantes pierdes el miedo a perder. Básicamente porque ya las has perdido.  Me di de alta como autónomo. Me dejé la vida (lo que quedaba de ella) preparando el curso y me refugié de mi dolor leyendo, investigando y haciendo presentaciones PowerPoint.

Tener la mente ocupada sabía que me ayudaría. Me di de alta como autónomo. El curso gustó, me llamaron para otro, luego otro y así hasta la fecha.

Actualmente desarrollo mi actividad profesional como autónomo prestando servicios de formación, coaching y consultoría en el ámbito de los Recursos Humanos. 

No ha sido fácil la experiencia de autónomo, pero ha sido toda una experiencia aprender a lidiar con la incertidumbre. Pese a ello me compensa el disfrutar de cierta libertad de horarios, del poder organizarme a mi forma y decidir en gran parte mi jornada laboral.

Me considero una persona afortunada y principalmente por dos motivos: por la familia que he conseguido formar y por dedicarme a lo que realmente me gusta, por estar trabajando cada minuto en mi vocación. Hace años que dejé de sentir el “síndrome del maldito lunes” y de trabajar mirando el reloj. Cuando te sientes “en lo tuyo” irremediablemente fluyes.

Conocí a Aranxa a finales del 2012 y a veces pienso que fue un regalo que envió mi madre del cielo para compensarme por el terrible inicio del año. El destino sabía que me lo debía. Nos conocimos, al cabo de unos años nos fuimos a vivir juntos, nos casamos y en agosto del 2017 llegó a este mundo Camila para inundar todo con su luz. Su nacimiento ha sido sin duda el segundo momento mas feliz de mi vida. El primero fue meses atrás, el 22 de marzo cuando me enteré que iba a ser niña.

Mis valores principales son la libertad y el crecimiento. Tengo claro que mi propósito es aprender, compartir y ayudar y trato de alimentar este propósito a diario, en la formación que recibo y la que imparto y en cada sesión de coaching que desarrollo.

La paternidad me ha hecho aún más consciente de la importancia de dedicar tiempo, valga la redundancia, a lo verdaderamente importante. El verbo “conciliar” se ha revelado como un asunto de vital necesidad.

Soy feliz estableciendo mis propias rutinas para trabajar desde casa o el coworking, para estudiar inglés, para preparar una nueva formación y sobre todo disfrutando de la posibilidad de llevar a Camila al colegio o a las clases de danza. Porque el truco está en encontrar la felicidad en las cosas cotidianas.

Albergo el íntimo deseo de vivir muchos años, para ser un jubilado feliz y poder llevar a mi nieto cada el día al cole. Y reconozco que aunque lo trato de disimular  me emociono y me lleno de orgullo cuando paso por mi antiguo barrio y alguien se refiere todavía a mí como “el más chico de Conchita”.