A priori podría ser algo intranscendte: al fin y al cabo ¿qué mas da el hacer la cama por la mañana nada mas levantarme o en otro momento posterior del día? Si al final la voy a hacer (o no…). Como siempre, la vida nos suele demostrar la importancia de los pequeños gestos aparententemente sin importancia, pero que cobran una especial dimensión a la hora de gestionar un proceso de cambio o por el contrario, lastrarlo y mantenernos en el estancamiento.
Me gustaría plantearte una sencilla pregunta:
Situación 1: Teletrabajas desde casa en un asunto importante. Te pones ante el ordenador con la mesa perfectamente ordenada y liberada de todo que no sea útil para trabajar. Un espacio limpio, claro y tú te pones una ropa de estilo similar a la que usas cuando trabajas físicamente en tu puesto.
Situación 2: Ya que estás en casa y es tu entorno seguro te quedas trabando en chándal o en pijama. La mesa la tienes atiborrada de cosas que no necesitas para trabajar, un juguete de tu hijo/a, una revista, paquete de papas fritas que dejaste a la mitad, etc.
¿En qué situación trabajarías mejor?
La teoria de las ventanas rotas
Esta teoría constituye una aportación del psicólogo americano Zimbardo al que le bastó una sencilla obseración del entorno, concretamente frente a la casa de su madre. Ahí observó a un niño tirando piedras a las ventanas de una casa abandonada. Unas horas después, cuando salió de la casa de la madre vio que se habían congregado en el lugar más niños que habían roto todas las ventanas de la casa.
Inspirado en este hecho, diseñó su investigación estrella. Dejó un coche en perfecto estado en una zona residencial de Palo Alto (California) una serie de días. Pasado este tiempo el coche seguí ahí, en las mismas condiciones. El experimento comenzó verdaderamente cuando decidió romper una luna del coche. Al cabo de unos días y a pesar de la fama de «zona VIP» del entorno el coche apareció con todos los cristales rotos y algún que otro daño en la carrocería.
La conclusión parecía clara: la desidia llama a la desidia.
Esta teoría encontró su máxima repercusión cuando en el metro de Nueva York bajó drásticamente el número de actos vandálicos al tomarse una serie de medidas en una línea de vagones: pintar el interior del metro con una pintura que no permitía hacer graffitis sobre ella, mantener una estricta limpieza de los vagones y sobre todo impedir que las personas se colasen sin pagar. Hasta ese entonces, la suciedad, la falta de cuidado y el entrar sin pagar era la norma habitual y generaban cierta sensación de impunidad a los que querían cometer actos vandálicos.
Puedes llevar este principio a nivel «micro» a tu vida. Dejas de cuidarte, abandonas tu imagen y llega un día en que incluso te pones unas cholas con calcetines (no exagero). Luego, te pones esa camisa que sólo usabas para estar en casa, y así la «comodidad» ( mejor llamarlo «desidia») te va arrastrando. Y de repente te pones delante del ordenador a trabajar con el chándal pijama (una extraña mezcla de un viejo chándal que usas para los recados cerca de casa pero también para dormir). Evidentemente, pese a ello puedes trabajar, pero ya has dado demasiados inputs de «relajación» y «comodidad» a tu cerebro para que deje de estar tan activo como necesitarias para realizar esa actividad.
Por eso, cobra importancia hacer la cama. Porque es una señal de dejadez y un estímulo de apatía que le ahorramos al cerebro. Evita esos pequeños desincentivos, sobre todo en cosas que te cuestan.
Lávate la cara, quítate el pijama y actúa. Porque la desidia viene acechando.
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